Desde los primeros años de la
humanidad, las personas desde que nacemos tenemos el instinto natural de
comunicarnos y dar a conocer lo que pensamos, sentimos o necesitamos, posteriormente
a través del proceso de aprendizaje
vamos adquiriendo nuevas formas de expresión y comunicación, situación que sin
duda hace que las relaciones interpersonales sean mucho más provechosas y
fecundas. El panorama no ha cambiado en cuanto a nuestro deseo de comunicarnos
e interrelacionarnos con las otras personas, ya que la intencionalidad, deseo y
necesidad de hablar o expresarle algo al “otro”, sigue aún vigente. Sin
embargo, lo que sí ha cambiado sustancialmente son los medios e instrumentos
que existen hoy en día para el logro de los mismos propósitos de tiempos
inmemoriales, y es que los medios son tan diversos y complejos que hoy ya no es
un problema estar sentado frente al computador realizando un escrito mientras
hablas a través del celular con una persona mientras al mismo tiempo impartes
indicaciones o instrucciones a las personas que tienes bajo tu dirección o
control.
Kant en el Siglo XVIII, señalaba
que el tiempo no existe como una realidad en sí exterior a nosotros, ni como
algo que tienen las cosas en movimiento, sino como una manera de percibir
propia del hombre. El tiempo existe en cada uno de nosotros como una forma de
ordenar nuestra experiencia interna. Tal afirmación la hizo desde un ámbito
eminentemente filosófico, pero ya hacía referencia a la psique humana al
hablarnos de percepción, y es mediante la percepción que podemos captar y
asimilar lo que el “otro” expresa o intenta dar a conocer para a partir de ello
ordenar nuestra experiencia interna.
El título de la presente entrada
no sugiere un conflicto o discusión entre el valor del tiempo y el valor de las
relaciones interpersonales, sino es una forma de cuestionarnos respecto al
tiempo que le venimos dedicando a nuestras relaciones, haciendo las claras y
oportunas distinciones de las relaciones en las que estamos inmersos.
Una amiga muy querida quiso
sumarse a este propósito por la temática propuesta, citaré textualmente parte
de lo que me señaló: “Podemos decir que quien roba nuestra atención,
sentimientos profundos y bellos merecen el tiempo que le dedicamos a diario? Si
sentimos y vemos reciprocidad y palabras tiernas y te explica con madurez y
sentido de por qué no son atentos/as en esto tan simple, cuando esperamos que
lo sean, pues confía, cree y no te sientas el centro del mundo, todos tenemos
apuros, responsabilidades, problemas diarios que se tienen que solucionar, si
tú estás ahí ofreciéndole soporte, apoyo y confianza, estarás en su pensamiento
así no te escriba, ni llame o manifieste que te extraña, en algún momento
reaccionará y te dirá que te ama.
(Adriana Marcela González Rodríguez -
Administradora de Negocios- Bogotá,
Julio del 2015).
Lo expresado por Adriana me
obliga no a enmendar lo anteriormente expresado, sino a señalar de manera complementaria que con mucha
frecuencia hablamos de la importancia de las personas y de lo más importante
que ellas pueden hacer por uno como acudir con el dinero que necesitamos,
ofrecernos el plato de alimentos que no tenemos o sencillamente brindarnos la
orientación que necesitamos, sin duda las nóminas y listados se harían
interminables, pero considero que lo más importante que una persona pueda hacer
por ti es dedicarte su tiempo: 1 segundo, 1 minuto, 1 día, 1 mes o 1 año, sea
cual sea el tiempo que te dedique aprendamos a valorar el tiempo que alguien
nos dedique en lugar de llenarlo de reclamos, enojos o frases altisonantes que
sólo terminarán dejando una sensación de frustración y tristeza en quien quiso
dedicarnos un poco de su tiempo.
Ricardo Rivas Pizarro.
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