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DEFENDIENDO LA DEMOCRACIA E INSTITUCIONALIDAD O INTERESES MEZQUINOS

Han transcurrido apenas nueve días desde que el profesor José Pedro Castillo Terrones asumió oficialmente la conducción de nuestro país (Perú), y no han cesado las voces, planes e iniciativas para sacarlo de la presidencia, empleando para ello diversos calificativos que van desde lo más jocoso a lo absurdo, y ello no es por su inexperiencia, incompetencia, ausencia de simpatía o auténtica sintonía con las reales necesidades de la población, sino porque se trata de un representante de izquierda, y lo que es peor aún, por su procedencia que en esta ocasión sirvió para sacarnos la venda de los ojos como país y entender que no hemos dejado de ser racistas, clasistas y elitistas, a pesar de que hace muy poco cumplimos 200 años de independencia.

Con toda seguridad habrán voces que discrepen conmigo y sin lugar a dudas, afirmarán que soy subjetivo o que me rehúso a reconocer lo que la realidad expresa en nuestro país, pero sí no puedo dejar de señalar que ciertamente hay un sector importante de la población que se encuentra preocupada, alarmada y frustrada con el inicio del presente régimen, pero no porque sus necesidades no se encuentren satisfechas, sino debido a la agresiva campaña intimidatoria emprendida por la derecha en nuestro país, quienes aún hoy siguen propalando que el gobierno de turno expropiará los bienes de la población, estatizará las empresas de inversión extranjera o instaurará el comunismo que para los entendidos y conocedores de la realidad social y mundial no existe más que en la mente de quienes se aferran a la idea de que el actual sistema económico es el único que puede revertir la dramática situación por la que venimos atravesando.

Y lo que es ciertamente censurable es que ahora con el propósito de ser aceptados y por supuesto apoyados por la población han iniciado una campaña agresiva proclamándose ser los defensores de la democracia e institucionalidad, defensa que resulta ridícula desde el momento en que la derecha rehusó reconocer los resultados de las últimas elecciones generales, y que luego emprendió una estrategia de impugnaciones de los resultados con la única finalidad de postergar innecesariamente la proclamación del candidato ganador con las consecuencias que ya todos vamos viendo y viviendo.

Cuando uno analiza el comportamiento e iniciativas que emprendió la derecha en estos días puede darse cuenta de manera inequívoca que lo que defienden sólo se encuentra enmarcado en la permanencia del actual sistema económico amparado por la Constitución de 1992, la misma que cercena demasiado la participación del Estado en materia económica, dejando el manejo de generación de empleos y de inversión propiamente dicha en manos del sector privado que a la luz de lo estudiado en las últimas décadas respecto a lo que sucedió no sólo en nuestro país, sino en la mayoría de países latinoamericanos no hemos tenido un resultado favorable en términos de empleabilidad, desarrollo y bienestar para los ciudadanos, sino que tan sólo hemos logrado maquillar las duras condiciones de vida de la mayoría de ciudadanos.


El presente régimen está empezando con algunos errores en la designación de sus principales cuadros para dirigir las diversas carteras ministeriales y otros altos cargos en la función pública y ello no hace más que abonarle a quienes buscan por todos los medios vacarlo o por lo menos evitar que consiga implementar las diversas medidas anunciadas durante su primer discurso a la nación, por lo que dependerá mucho de lo que realice el ejecutivo y el presidente de la República en los siguientes días y semanas para saber si aún podemos encaminar a nuestro país hacia la recuperación de la economía y a la inmunización de nuestra población, o ciertamente estamos condenados a hundirnos en la miseria y en el desgobierno propiciado no por quien ganó las elecciones, sino por una egoísta e insensible oposición que no deja de pensar en la forma como el poder y el dinero que visualizaban obtenido se les diluyó como agua en las manos de un niño.

                                                                                                       Ricardo Rivas Pizarro.

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CORRUPCIÓN E INSTITUCIONALIDAD DEMOCRÁTICA

 Son dos expresiones que semánticamente son adversas, pero que lamentablemente en nuestro país durante muchos años se han convertido en una pareja indisoluble, al punto de no concebir a uno sin el otro, así:

Institucionalidad democrática.- Se refiere al conjunto de reglas que sirven para el ejercicio del poder público, que constituyen mecanismos de garantía y protección de los derechos de los ciudadanos. (1).

Corrupción.- Consiste en el abuso de poder para beneficio propio, aunque conocemos definiciones mucho más completas y a la vez profundas, que no son abordadas en esta ocasión por el propósito del presente artículo.

En las siguientes líneas procuraremos brindar una situación actual y preocupante de cómo se viene comportando los conceptos definidos inicialmente:

“Aun cuando constatamos que la corrupción es un fenómeno de carácter transnacional, sabemos también que tiene larga data y arraigo en nuestra historia patria. En el Perú, la corrupción no solamente denota una ausencia de sentido de nación, sino que progresivamente pone en riesgo la viabilidad del país. Sin lugar a dudas, la corrupción empobrece a la nación: la debilita en tanto proyecto y la empobrece materialmente haciendo más pobres a los pobres”. (2)

Lo expresado por la Iniciativa Nacional Anticorrupción sin duda alguna tiene muchísimo sentido, sin embargo, es necesario clarificar dos definiciones que solemos equipar o emplear indistintamente: Estado de Derecho con Institucionalidad democrática, el primero (Estado de Derecho), es un elemento consustancial a la institucionalidad, entre ambas existe una relación de género a especie, siendo el primero la especie, la cual se define como: “Un sistema de leyes ordenado en torno a la constitución, la cual es el fundamento jurídico de la actuación de las autoridades y funcionarios para que se sometan a la normas de esta”.

De igual forma, es bastante común confundir gobernabilidad democrática con institucionalidad. “La gobernabilidad es un proceso permanente de concertación entre el gobierno y la sociedad civil, para lograr acuerdos políticos – sociales en el marco de respeto de normas e instituciones reguladoras de las relaciones entre los individuos”. (3).

Por lo que es imposible imaginar un país que tenga gobernabilidad democrática, sin tener una institucionalidad sólida y eficaz; entre ambas categorías existe una relación indisoluble, a tal punto, que una determina la existencia de la otra, por lo que podemos inferir que si tenemos una institucionalidad precaria o débil, nuestra gobernabilidad será igualmente precaria, lo que llevará sin lugar a dudas, a una convivencia ciudadana revestida de inestabilidad e incertidumbre generalizada, tal como ocurrió hace pocos meses en nuestro país.

De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, la gobernabilidad es un factor del desarrollo humano y a la vez es una herramienta para crear un entorno adecuado para mejorar las condiciones de vida de las personas.

El PNUD considera que la reducción de la pobreza, es en gran medida, función de la calidad de las instituciones de los países y sus políticas, y que la democracia y el desarrollo sostenible, requieren de instituciones transparentes, con rendición de cuentas, funcionarios profesionales competentes y marcos reglamentarios de la vida económica y política abiertos y equitativos.

Siendo así, no sólo es importante contar con profesionales y funcionarios competentes en la administración pública, sino que además, estas personas tendrían que estar libres de cuestionamientos e intereses subalternos que terminen por ensombrecer su gestión, y es aquí donde me referiré al fenómeno de la corrupción que sigilosamente fue ingresando al aparato del Estado y ubicándose de manera estratégica en todos los niveles de gobierno para terminar haciendo difícil la gobernanza en pro de la población.

Cada año egresan miles de profesionales de las diversas universidades públicas y privadas, pero como suele suceder, ingresan a la administración pública por regla general, sólo los recomendados o quienes tuvieron el aval de un funcionario público de trascendencia, quien precisamente incurrió en corrupción para conseguir que su recomendado (a) ingrese a la administración pública, sin evaluar siquiera sus competencias e idoneidad para el puesto ofertado, con lo que la aspiración de tener instituciones sólidas y eficientes, no pasa de ser una mera aspiración y si nos referimos a la ejecución de obras públicas, debemos señalar que, desde el proceso de licitación hasta la adjudicación, observamos con preocupación, estupor e indignación la forma como se desarrollan estos procesos, en los cuales a priori se van estableciendo quienes obtendrán la buena pro de las obras y a qué costos. De igual forma, cuando uno solicita una entrevista a un funcionario de alto nivel en el aparato del Estado, puede corroborar que la persona que lo atiende a uno, o carece de experiencia o sencillamente es un incompetente, haciendo que la meritocracia, sólo sea un criterio formal que se mantiene como un ideal y que lamentablemente no ha sido debidamente implementada en las instituciones del Estado.

 

Ricardo Rivas Pizarro

Jurista e investigador social

 

 

 

 

 

 

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(1) Portillo Cuadra René. Ley, derecho y jurisprudencia. Año 7 N° 11. Febrero del 2015.

(2) Un Perú sin corrupción. Iniciativa Nacional Anticorrupción. Revista Probidad. Edición N° 16. Octubre-Noviembre del 2001.

(3) http://es.wikipedia.org/wiki/gobernabilidad.4/12/14

 

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ENTRE EL TEMOR INFUNDADO Y LA LEGÍTIMA ASPIRACIÓN DE SER BIEN GOBERNADOS

Estas últimas semanas nuestro país viene atravesando una polarización bastante marcada y no por los efectos que haya traído consigo la Pandemia o la crisis económica que viene afectando a la mayoría de peruanos, sino por la decisión que tengamos que tomar el 06 de Junio próximo, día en que elegiremos a la persona que nos gobernará por los próximos cinco años.

Ya en otros capítulos de nuestra historia reciente hemos presenciado con estupor la forma como los medios de comunicación cierran filas en favor de un candidato y se empeñan en cuestionar, denostar y atribuir responsabilidades y vínculos inexistentes del otro candidato, sin embargo, en esta ocasión es oportuno poner como ejemplo la lucha desigual entre David y Goliat, porque la señora Keiko Fujimori tiene la experiencia, conocimiento y naturalmente un sinnúmero de hábitos y costumbres perniciosas que fue asimilando desde que ocupó el cargo de Primera Dama de la Nación durante el régimen de su padre, Alberto Kenya Fujimori Inomoto, y en el otro lado de la contienda, tenemos a un profesor de educación primaria que ciertamente cobró notoriedad en la última huelga de profesores llevada a cabo en nuestro país, quien es una persona que por supuesto no goza de las calificaciones ni competencias requeridas para ocupar la primera magistratura del país, pero también es cierto que nuestros últimos presidentes han gozado de diversas competencias y calificaciones profesionales que no terminaron por garantizar su honesto proceder en la conducción de nuestro país, más por el contrario se vieron involucrados en diversos actos de corrupción que por supuesto, terminaron perjudicando a los peruanos.


Como ciudadanos tenemos la legítima aspiración de ser bien gobernados sobretodo en el actual contexto en el que nos encontramos y no podemos ni debemos dejarnos influenciar por toda la corriente adversa que nos brindan los diferentes medios de comunicación privados que dicho sea de paso ya vienen recibiendo cuantiosas sumas del erario nacional por concepto de publicidad estatal.

Para finalizar haré un breve diagnóstico de la candidata: “Es una persona que no tuvo reparo en coludirse con su padre para torturar a su madre en el sótano del SIN, no deslindó con Vladimiro Montesinos a quien hasta el día de hoy defiende, prácticamente saboteó los gobiernos de Martín Vizcarra Cornejo y Francisco Sagasti Hochhausler porque sencillamente no terminó por aceptar su vergonzosa derrota, se trata de una persona bastante vengativa y oportunista que siempre buscó favorecer a su entorno cercano sin importarle el bienestar de nuestros compatriotas y por si fuera poco, espera ir a juicio para enfrentar el pedido del Ministerio Público de 30 años de pena privativa de libertad por liderar una banda criminal”, lo expresado es totalmente objetivo y actual, lo cual es parte de su perfil psicológico y social  que ya en diversas oportunidades  fue expuesto por diversos especialistas.

En conclusión, tenemos la responsabilidad de defender a nuestro país, evitando que caiga nuevamente en manos de personas que tienen probadas responsabilidades en diversos ilícitos.

 

                                                                                                        Ricardo Rivas Pizarro.

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Cuánto tiempo pasará para que tomemos conciencia del cuidado ambiental?

 
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