Cada vez que una mujer atractiva
se cruza por nuestro camino o transita por donde nos encontramos es inevitable
observarla así sea por un par de segundos siempre en cuando no nos encontremos
ocupados o distraídos en otros asuntos, pero aquí es donde surge la
interrogante: ¿Por observarla, estamos incitando a que se despierte el deseo
sexual hacia ella?
Soy de los que piensan que es
totalmente erróneo señalar que al observar a una mujer hermosa, se tiene
necesariamente que verla con deseo y no porque insinúe siquiera que el ser humano
al observar a una mujer deba renunciar a su humanidad o a sus deseos primarios,
sino porque es totalmente posible que una persona no sólo puede observar a una
mujer hermosa, sino que además, puede compartir una taza de café o asistir con
la misma mujer a la proyección de una película o a la presentación de un show
artístico, sin que ello implique que necesariamente vayamos a terminar en la
cama.
Estudié mucho la teoría
psicoanálitica y el invalorable aporte de Sigmun Freud (1856-1939) para la
humanidad, como para dejar de referirme a él en este pequeño aporte teórico:
“Freud (1905) planteó que los
gérmenes de emociones sexuales que trae consigo el neonato presentan cambios a
lo largo de su desarrollo, desde la fase pregenital, cuando la vida infantil es
esencialmente autoerótica, y las pulsiones parciales (ver, exhibir, crueldad)
aspiran conseguir placer cada una por su cuenta; hasta la fase genital, cuando
la consecución del placer está al servicio de la “función de reproducción”, y
las pulsiones parciales se subordinan a una única zona erógena, formando así
una organización sólida para el logro de una meta sexual en un objeto ajeno”.
En cuanto a lo citado
deliberadamente por mi parte debo señalar, que si bien es cierto que al nacer
tenemos las emociones sexuales en un estado inicial, las que se harán presentes
a lo largo de todo nuestro desarrollo y evolución como seres sociales, también
soy de los que piensan que estas emociones sexuales al igual que el control de
los esfínteres, se van aprendiendo y manejando de acuerdo al raciocinio humano
por el mismo hecho de que el hombre tiene la facultad de generarse hábitos y costumbres
en el permanente proceso de adaptación y socialización con las personas de su
entorno.
Por otro lado, traigo a colación
la precisión que le hice hace unos días a un amigo, cuando me indicó que yo no
podía ver a una mujer sin los ojos de deseo, a lo que le señalé que si uno
observa con deseos a una mujer, evidentemente puedo conseguir hacerlo, es
decir, erotizar una simple mirada dirigida a una mujer, pero si uno sólo desea
contemplar su anatomía o porte, igualmente lo puede hacer, y no es que esté
indicando que para admirar u observar a una mujer, uno tenga que renunciar a su
sexualidad o a sus emociones primarias, tan sólo digo que uno puede observar a
una mujer sin desearla, en razón de ello, es que nunca he estado de acuerdo con
la implementación de medidas que busquen segregar o diferencias los servicios
de transporte, comunicación y/o educación porque eso sólo indicaría que en
lugar de evolucionar vamos involucionando, lo cual tampoco es cierto, por más
que día a día presenciemos gestos o actitudes de algunas personas que lejos de
motivarnos o alegrarnos, nos causan mucha frustración o desesperanza. Las
mujeres al igual que los hombros poseen virtudes, cualidades y dones que todos
estamos llamados a apreciar, de manera que aprendamos a hacer de las mujeres,
seres tan iguales o superiores a uno, y dejemos de verlas como un “objeto”, tal como uno suele encontrar en un super mercado o en un establecimiento comercial.
Ricardo Rivas Pizarro.
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